Justo Villafañe, In memoriam

Justo Villafañe

Justo Villafañe, In memoriam

Justo Villafañe, In memoriam 798 464 Cátedra de la Marca Corporativa

Hace ya unos cuantos lustros que conocí a Justo Villafañe en el centro Mesonero Romanos de la Plaza Mayor de Madrid. Yo, más cerca de los veinte que de los treinta, presentaba mi primer y tierno trabajo académico en el Ciclo de Otoño de la Comunicación organizado por la Fundación Complutense. El Catedrático Justo Villafañe era uno de sus principales ponentes. Dio la casualidad que cuando yo comunicaba los resultados de mi investigación, Justo Villafañe estaba en la sala.

Parece ser que lo que conté no le pareció mal (supongo que porque en esencia mi comunicación era “villafañiana”). Cuando terminó mi intervención, Justo Villafañe se acercó a mí, se presentó (aunque no hacía falta) y me felicitó por mi trabajo. Yo volví a Alicante muy contento y con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Semanas después, por sorpresa, Justo me incluyó en varios de sus proyectos e investigaciones. A partir de entonces, en todas nuestras reuniones de trabajo, encontrábamos el momento para hablar de cómo nos iba la vida y de esas cosas de las que hablan dos amigos.

Tengo siempre presente aquel gesto cercano y humilde que ese día tuvo conmigo Justo Villafañe, uno de los máximos exponentes de nuestra área de conocimiento y el más influyente en el ámbito de la imagen y la reputación corporativas. De hecho, a la mínima ocasión le recordaba nuestro primer encuentro y le sacaba una sonrisa seguida de un “va, Fernando, que no fue para tanto, hombre”, en un intento por relativizar mi admiración y por equilibrar nuestra atípica relación de amistad entre un Catedrático de la Complutense y, por aquel entonces, un becario venido a más.
Justo siempre me reconocía su envidia sana por trabajar con gente joven, como en nuestra Universidad de Alicante, pues, según me contaba, en la Complutense apenas había oportunidad para savia nueva. A Justo le encantaba venir a Alicante y formar parte de tribunales de tesis y de oposiciones. Y siempre nos recordaba lo afortunados que éramos al hacer ciencia en lo nuestro desde universidades jóvenes y mediterráneas (también incluía aquí a la UJI, de Castellón y a la Universidad de Málaga).

De Justo admiré muchos de sus valores y virtudes: en lo profesional, su versatilidad, liderazgo, ecuanimidad, responsabilidad, autoexigencia y su obsesión casi patológica por la excelencia, el rigor y el método. En lo personal, me llegó su sentido del compromiso, el ejercicio de la confianza y la sinceridad, así como su complicidad y generosidad conmigo.

Además de ser vicerrector y catedrático en la Complutense, Justo Villafañe hace ya más de 30 años que lideró la investigación aplicada y la transferencia de conocimiento en el ámbito de los recursos intangibles, siendo además un consultor y empresario de renombre y prestigio nacional e internacional. El buen nombre y la alta estima, tanto de su persona como de su consultora, en ámbitos empresariales españoles y latinoamericanos, ha sido además beneficiosa para la imagen de toda la universidad pública, ya que él antes que nada fue Catedrático de Universidad que, desde las ciencias sociales y con un estilo y método propio, fue capaz de transferir y aportar un alto valor socio-económico, de naturaleza intangible, a infinidad de organizaciones (lucrativas, académicas, administraciones públicas…) y de territorios, pues sus métricas también se aplicaron a la gestión reputacional de ciudades y regiones.

Siempre que pudimos, aunque menos de lo que me habría gustado, quedábamos, charlábamos de nuestras cosas y echábamos unas risas. Casi siempre en Madrid o Alicante, aunque también acostumbrábamos a sacar un hueco en los eventos académicos o profesionales donde coincidíamos, como por ejemplo, en Elche, Málaga, Castellón o Valencia. Lamentablemente, en los últimos meses las circunstancias impidieron que nos viésemos y nos diéramos un abrazo. Ingenuo de mí, pensé que podría ser antes de la próxima Semana Santa.

Hoy siento mucha pena por su muerte y un vacío enorme. Y siento además como mío el dolor de su gente y de su familia, y en especial el de su mujer e hijas.

Espero que estas letras sirvan para contar cuánto me llevo de Justo: un inmenso e imborrable recuerdo de nuestra bonita amistad, una huella eterna en mí y un legado tan grande como su generosidad.

 

Descansa en paz, amigo Justo.

Fernando Olivares Delgado

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